By LAURA GÓMEZ DÍAZ | Published by RTVE on Februrary 28, 2021
- Más de 500 personas han sido detenidas y al menos 14 personas han muerto, tres por disparos de la Policía
- El país sufre cortes de Internet por las noches, algo que el Ejército aprovecha para llevar a cabo detenciones
El Ejército dio un golpe de Estado en Birmania el 1 de febrero al no aceptar los resultados de las elecciones celebradas en noviembre en las que arrasó el partido de la jefa de Gobierno de facto, Aung Sang Suu Kyi.
Desde entonces, las riendas del país están en manos del general Min Aung Hlaing y, en lugar de aceptar la asonada militar, el pueblo birmano --desde médicos y maestros hasta ingenieros y estudiantes-- sale cada día a las calles para protestar contra el golpe de Estado.
Las fuerzas de seguridad ya han detenido a más de 500 personas y la junta militar ha amenazado con actuar con mano dura si no se desactiva el movimiento de desobediencia civil. Al menos 14 personas han muerto, tres por disparos de la Policía, a raíz de la violencia desatada por el levantamiento militar.
Los gobiernos de los principales países occidentales piden a las Fuerzas Armadas birmanas que liberen a Suu Kyi, quien se encuentra bajo arresto domiciliario, y al resto de detenidos. Estados Unidos ha aprobado sanciones contra los responsables del levantamiento militar y la Unión Europea afirma estar dispuesta para hacer lo mismo.
Resistencia civil frente al levantamiento militar
Miles de ciudadanos salen a diario a las calles de Birmania desde el 1 de febrero para protestar contra el golpe de Estado. Son las más grandes en el país desde la conocida como Revolución Azafrán en 2007, cuando miles de monjes se levantaron contra el régimen militar.
Las protestas comenzaron como una reacción inmediata a la toma de control por parte de los militares y los sanitarios estuvieron entre los primeros que se levantaron contra el golpe, señalando que cuidarían a enfermos “de forma gratuita e incluso en sus casas, pero no trabajarían con los militares”, según explica a RTVE.es Phil Robertson, subdirector de Human Rights Watch (HRW) para el Sudeste Asiático. Después se unieron los profesores e inmediatamente se convirtió en un movimiento más grande, en el que participan diferentes grupos de la sociedad birmana.
“Las protestas contra el golpe están lideradas por una amplia variedad de grupos. Existe una coalición de facto de organizaciones compuesta por profesores, médicos, estudiantes, funcionarios públicos, ingenieros y trabajadores ferroviarios, entre otros”, afirma Robertson.
Por su parte, Maung Zarni, disidente y experto en política birmana, afirma que “no hay nadie detrás de ellos”. “Es su conciencia, sus principios y su negativa a volver a someterse a los militares”, indica Zarni. “Las protestas no son solo para que Aun Suu Kyi vuelva al poder, también porque los ciudadanos no quieren vivir en una sociedad donde los militares propagan el odio, el racismo y el sexismo, más allá de la política y la democratización”, añade.
La junta militar ha advertido de que el “camino de la confrontación” supondrá la pérdida de vidas, pero esta amenaza no frenó a los birmanos, que el pasado domingo fueron convocados a la “revolución de los cinco doses”, al celebrarse el 22.2.2021. Dos jóvenes murieron por disparos de la Policía en Mandalay, la segunda ciudad del país, y se sumaron a la de una joven de 20 años que falleció el viernes tras recibir un disparo en la cabeza en una protesta. La Asociación para la Asistencia de Presos Políticos (AAPP) también contabiliza el caso de un joven de 26 años que falleció mientras se encontraba detenido y de otras cuatro personas que perdieron la vida en enfrentamientos nocturnos. Además, desde que el Ejército tomó el control han sido detenidas alrededor de 500 personas, una cifra que aumenta en 50 o 60 cada día, según asegura Robertson.
Junto a estos líderes anónimos, desde hace semanas se viene hablando de otros protagonistas de la situación que está viviendo Birmania, los dos con más influencia en el presente y futuro del país son el general Min Aung Hlaing, quien ha liderado el golpe, y la líder de facto derrocada, Aung San Suu Kyi.
¿Quién es Min Aung Hlaing?
Nacido en la ciudad sureña de Dawei, el general Min Aung Hlaing estudió Derecho en la Universidad de Rangún y con 18 años ingresó en la Academia Militar, donde se labró una carrera bajo la sombra del líder de la anterior junta militar, Than Shwe, quien le nombró su sucesor como jefe de las Fuerzas Armadas.
Min Aung Hlaing ha sido acusado de supervisar campañas contra varios grupos étnicos minoritarios en Birmania, entre ellos los rohingya, los shan y los kokang. Tenía previsto jubilarse como jefe del Ejército en julio al cumplir los 65 años, pero se ha asentado en el poder tras dar el golpe de Estado y declarar el estado de emergencia durante un año.
El subdirector de HRW para el Sudeste Asiático le califica como una persona “muy ambiciosa” y que “quiere ser el presidente de Birmania”, aunque subraya que “realmente está respaldado por el resto de los militares”, que todavía “piensan que tienen derecho a gobernar”.
¿Quién es Aung San Suu Kyi?
Hija del general Aung San, héroe de la independencia del Birmania, Aung San Suu Kyi pasó casi 15 años bajo arresto domiciliario entre 1989 y 2010, después de organizar manifestaciones para pedir reformas democráticas y unas elecciones libres en el país. Esto le convirtió en un icono internacional y en 1991, cuando seguía detenida, fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz.
En 2015 llevó a la Liga Nacional para la Democracia (LND) a la victoria en las primeras elecciones abiertas celebradas en el país en 25 años, pero la reputación de Suu Kyi sufrió en gran medida después de su cooperación con el Ejército y su defensa de la campaña contra la minoría musulmana rohingya. Miles murieron y más de 700.000 huyeron a Bangladesh tras la represión del Ejército en 2017, algo que obligó a la entonces líder de facto a comparecer ante la Corte Internacional de Justicia dos años después.
Ahora, Suu Kyi vuelve a encontrarse en arresto domiciliario y ha sido acusada de violar una ley de importación y exportación de Birmania por unos 'wakie talkies' encontrados en su vivienda. También se han presentado cargos en su contra por violar leyes de gestión de desastres en el marco de la pandemia.
Un supuesto fraude electoral, la excusa del Ejército
El país celebró el 8 de noviembre unas elecciones –las segundas celebradas desde la transición hacia la democracia en el país-- en las que la LND obtuvo una abrumadora victoria: consiguió 396 escaños, frente a los 33 del partido con el apoyo del Ejército, en el Parlamento.
Los militares se negaron a aceptar los resultados y el 1 de febrero, mientras se celebraba la primera sesión del Parlamento después de los comicios, volvieron a tomar el control, alegando que hubo fraude electoral. Poco antes del golpe de Estado, la líder de facto, varios miembros del Gobierno, presidentes regionales, activistas y artistas fueron detenidos por las Fuerzas Armadas.
“El Ejército afirma que hubo más personas que votaron que las que estaban registradas en el Ministerio del Interior, dirigido por los militares durante muchos años”, señala Robertson. “Hubo muchos observadores internacionales durante las elecciones. Hubo algunos problemas, pero nada durante el proceso ni el conteo que indicara que la LND robara el resultado. Simplemente no es creíble”, asevera.
El papel de las nuevas tecnologías
En Birmania, el uso de las redes sociales ha aumentado de forma significativa en las últimas semanas debido a las movilizaciones. Facebook es la principal fuente de información y noticias en el país y las Fuerzas Armadas la bloquearon para frenar las protestas. Por ello, la población pasó a utilizar Twitter, que también ha sido bloqueada.
Birmania lleva ya varias semanas sufriendo cortes nocturnos de Internet, un momento del día que la junta militar aprovecha para detener a los manifestantes que se oponen al golpe. “Todo el mundo tiene teléfono, por lo que todos juegan el papel de periodistas de calle, incluso si los militares apagan Internet o confiscan las cámaras de los periodistas”, recalca Zarni, cofundador de Forces of Renewal Southeast Asia, una red de activistas y académicos que apoya la lucha democrática en países de la región.
“Todo es parte del plan de la junta militar para infundir miedo y tratar de obligar a la gente a volver al periodo anterior a la democracia, cuando la gente temía cualquier cosa”, asegura Robertson. “Creo que es una táctica cínica, pero tiende al fracaso, porque los birmanos ya saben lo que es la democracia y la libertad y no están preparados para volver a los años en los que mandaba el Ejército”, añade.
Contundente respuesta internacional
Los líderes de diferentes países del mundo condenaron inmediatamente el golpe de Estado y pidieron a las Fuerzas Armadas que respetaran los resultados electorales y liberaran a Aung San Suu Kyi, así como al resto de detenidos.
El presidente estadounidense, Joe Biden, ha anunciado sanciones contra los responsables del levantamiento militar, a quienes impedirá tener acceso a activos por valor de 1.000 millones de dólares en Estados Unidos. Por su parte, la Unión Europea afirma estar “preparada” para aprobar sanciones.
Desde HRW, Robertson pide a la comunidad internacional que no vaya únicamente tras los mandos militares, sino también contra las empresas que controlan. “No es ningún secreto que el Ejército controla gran parte de la economía de Birmania. Por ello no se debe solo sancionar a los líderes, sino también perseguir a sus empresas”, recalca el subdirector de la organización para el Sudeste Asiático. “Tiene que haber un impacto muy serio en los intereses económicos de los miembros de las Fuerzas Armadas, de lo contrario no prestarán atención”, afirma.